Eclipse

La luna quería ser la protagonista.
Las estrellas, celosas de su redonda figura y gran brillo, protestaban de infinito a infinito de galaxia, gritando "¡No la queremos a ella como centro de la noche! ¡No lo merece! ¡Es una egoísta vanidosa!" a una sola voz.
El sol, escondido desde abajo los miraba disfrutando el espectáculo nunca antes visto. Él sabía que nada ni nadie le podrían quitar su rayo y maravilla en el día... Pero en la noche era otra cuestión.
"¡Es una pretenciosa! Con su gran figura que acapara todo el cielo." repetían las celosas estrellas.

Desde la tierra nadie notaba la gran discusión que atormentaba el cielo. Lo único que podían notar era la ira de las nubes con tanto ruido de las pobres estrellas. Tanto así que echaban rayos de la furia tan grande que las invadía. Corrían de un lado para otro, mientras se desvanecían y coléricas trataban de no escuchar las chillidas voces de esas pequeñas.
¿La luna? Ni un susurro salía de su boca, ni siquiera era capaz de abrir los ojos, la cínica.

Mientras tanto, un pequeño niño daba vueltas en su habitación esperando porque llegaran sus papás. Estaba impaciente, no paraba de mirar el reloj que no corría tan rápido como él quería. 

¡Por fin! Escuchó el motor del carro de papá apagarse mientras entraba al garaje. Salió corriendo, bajó por las escaleras tan rápido como sus pequeñas piernitas se lo permitían y llegó a su destino tan agitado como si acabara de correr la maratón de su vida.
"¿Lo trajeron? ¿Lo trajeron? ¿Lo trajeron? Díganme que sí, por favor, ¿lo trajeron?" repetía y repetía aquel pequeño. "Sí amor, está en el baúl, no te aceleres que te puede hacer daño, ¿recuerdas? Dile a mamá que te abra el baúl y te ayude a sacarlo y a subirlo al cuarto. Yo llevaré el mercado a la cocina."

La emoción no cabía en los ojos del niño "¿mamá? Dijo mi papá que por favor me ayudaras a instalar mi regalo en mi habitación" agitaba y agitaba las manos "sí cielo, ya voy, no te apures que no se va a ir a ningún lado, ¿vale?" decía su mamá mientras abría la parte trasera del carro y sacaba una ancha y larga caja. El niño llegó primero arriba, luego su mamá entraba con la caja por lo visto pesada por su expresión. La puso en el suelo, desempacó el artefacto y paso a paso fue siguiendo las instrucciones de un pequeño libro que venía en la caja. Finalmente, con el niño dando vueltas desesperado por todos lados, oyó lo que quería oír desde hace mucho "¡Listo cielo, tu telescopio ya quedó listo! Ven y lo pruebas..:" 

¡Por fin, por fin! Llegó corriendo al telescopio, apuntó hacia las coordenadas que había anotado hace mucho tiempo gracias a pequeños destellos que venían del cielo. 
Lo ajustó a su medida, apuntó donde quería y puso su ojo en el visor con tanto cuidado que parecía de cristal.

Lo que descubrió le cambió la noche como nunca. La luna alterada agitaba sus pequeños brazos por todos lados, alejando a cualquier estrella que se pudiera acercar; algunas de éstas desaparecían de lo lejos que llegaban. 
La pelea llegó a durar horas, tanto así que la redonda luna del agotamiento y el cansancio fue desapareciendo poco a poco... Como si ya no le importaran lo que las envidiosas estrellas pudieran decir de ella. 

Cuando por fin el sol desde abajo vio que todo había acabado, subió alegre y campeón aún cuando su presencia no intervino en la gran discusión. Brillaba como nunca eso sí, esmerándose y tratando de dar lo mejor como siempre.
Había notado el pequeño espectador terrestre de la noche así que quiso darle a entender quién estaba al mando del cielo, alzó sus poderosos rayos e iluminó cada rincón al que su luz podía llegar y sonreía victorioso. Claro, su lentitud era incomparable, pero poco a poco llegaba a la cima del cielo... Cuando, de la nada Luna salía de su escondite, furibunda y dispuesta a opacar al sol costara lo que le costara... Y lo logró.
"¡Luna tonta, me arruinas mi momento de esplendor!" decía el sol.
"Sol fastidioso, te has robado mi noche de fulgor."
Mientras tanto y sin poder faltar, el niño desde su pequeño balcón observaba casi sin aliento el maravilloso y gran acontecimiento del cielo. El primer eclipse de su vida. Las lágrimas brotaban de sus ojos de lo hermoso del espectáculo que aquellos dos daban arriba.

La emoción del pequeño fue tanta que ráfagas de alegría y júbilo llegaron a cada rincón de la galaxia.
"¿Si viste lo que hemos logrado en ese niño, Luna?"
"Sí, eso mismo estaba pensando. Su felicidad me llegó a lo más profundo de mi ahuecado corazón..."
"¿Imaginas lo que podríamos despertar en cada ser vivo de la tierra si nos proponemos hacerlo con un buen fin? Mira lo que logramos peleándo por el trono celestial en un sólo niño, Luna."
"Cierto, Sol, cierto."

Desafortunadamente, el pacto de aquella madrugada entre el sol y la luna de unirse en el punto más alto del cielo cuando el sol iluminara con todo de si y la luna estuviera más redonda de lo usual sólo quedó en la memoria de un pequeño niño de sólo 8 años, pero es un recuerdo que jamás dejará de existir en la historia de los niños queriendo descubrir un mundo más allá de las nubes y el color azul del cielo.